Hemos visitado Carcassonne, bajo una finísima lluvia. La ciudad, llena de personal, y remodelada para los visitantes, es bonita, curiosa, y merece la pena verla.
En ella hemos probado el plato típico de la zona, el "cassoulet", que ha derivado en la comidilla de todas las vacaciones. Le llaman la fabada francesa, y hasta aquí puedo leer.